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La Dra. Beth Harry, profesora y jefa del Departamento de Educación Especial de la Universidad de Miami, habla sobre la importancia de ganarse la confianza de los padres con trasfondos culturales diversos a través de una demostración de respeto por sus perspectivas. La Dra. Harry ha descrito el impacto transformativo que su hija con necesidades especiales tuvo en sus asuntos personales y profesionales. La Dra. Harry es una líder reconocida a nivel nacional en el área de investigaciones relacionadas con la diversidad cultural en el campo de la educación especial, especialmente en el área de las asociaciones entre familias y profesionales. (tiempo de funcionamiento: 2 min., 56 sec.).
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Dra. Beth Harry:
Es un asunto paradójico o con paradojas inherentes en el sentido de que muchas veces hay mucha desconfianza. Es muy probable que, en particular los integrantes de las que podrían llamarse minorías nativas de una sociedad (aquí en Estados Unidos se trataría de minorías tales como los afroamericanos, los nativos americanos o, en algunos casos, los grupos latinos o hispánicos), aquellos cuya historia atestigua marginalización u opresión social sientan una gran desconfianza hacia los profesionales. Esa historia puede parecerle muy lejana a los profesionales, quienes dicen a veces “pero ¿de qué está hablando? Eso fue hace dos generaciones”. Es posible que se piense “bueno, la esclavitud o la conquista de los pueblos nativos fue hace tanto tiempo”, pero esas historias tienen repercusiones y esas repercusiones han perdurado hasta estos días.
Es muy posible que un padre o una madre haya crecido oyendo historias de familia sobre la exclusión de sus padres de las escuelas. A quienes tienen esa historia, ellos mismos o en las narrativas y las historias de las familias, puede serles muy difícil confiar en el personal de la escuela, que realmente tiene que ganarse su confianza.
La clave [para ganarse la confianza] es el respeto, pero la manera de expresarlo no es simplemente decirlo. La clave de la demostración de respeto es invitar a las familias con los cuales trabajamos a presentar sus perspectivas y opiniones y realmente escucharlas. Me parece que esto suele no ocurrir. A menudo es muy difícil para los profesionales entablar una conversación con un padre o una madre y escuchar algo con lo que no están de acuerdo, como cuando, por ejemplo, lo que un padre comienza a proponer como origen del problema es algo ajeno a nuestro modelo científico, algo espiritual, algo intangible, algo que no se puede demostrar. Muy a menudo los profesionales se muestran muy escépticos y ese escepticismo se les ve en la cara inmediatamente y el padre o la madre se siente entonces alienado porque se da cuenta rápidamente de que no hay respeto para su punto de vista. Entonces se contienen y se vuelve difícil, muy difícil, hacer entender que si los padres captan que a los profesionales no les importa lo que ellos dicen, o no quieren oírlo, o no le tienen ningún respeto, entonces no lo van a decir.